jueves, 24 de septiembre de 2009

Historias de fantasmas en los teatros de Buenos Aires

La muerte nunca le sentó mejor al mundo del espectáculo. A la reinvención de los vampiros con la saga de la escritora Stephanie Meyer, Crepúsculo, se le suma la permanente vigencia de clásicos como Drácula. Cines, librerías y, sobre todo, teatros, no podían quedar al margen de las historias macabras. Un axioma no escrito de la mitología teatral dice: “Un teatro sin fantasmas es un teatro sin historia”. Buenos Aires hace de ese lema una tradición.

“Hay fantasmas por todos lados, se los escucha, se los ve como sombras, como alguien que se mueve, pero no podés llegar a verlos. Los vas a buscar y no están”, dice Roque, el jefe de maquinistas del teatro Broadway, que trabaja allí hace más de 20 años. Y confiesa: “Yo les canto a los fantasmas. Les digo: ‘Vengan, háblenme’, para ver si se acercan, ¡pero son invisibles!”, resalta. El Broadway es uno de los tantos teatros que cobija historias de criaturas inanimadas, como el Teatro Nacional Cervantes, El Nacional, el Lola Membrives, el Blanca Podestá (hoy complejo Multiteatro) y el Maipo, entre otros.

En general, los fantasmas de los teatros porteños parecen tener un ADN en común:

1) Los empleados creen en ellos y se acostumbran, con el tiempo, a que formen parte de la sala.

2) Casi siempre son amigables, no se manifiestan de manera violenta ni causan destrozos.

3) Se corporizan o manifiestan tocando elementos de la escenografía, moviendo butacas o llamando la atención con ruidos.

4) Nunca se les aparecen a los dueños de los teatros. Eligen a empleados de maestranza, maquinistas, técnicos, boleteros, serenos y hasta actores.

5) Siempre se corporizan ante una sola persona.

6) Por lo general, los fantasmas son masculinos. María Guerrero y Lola Membrives comparten el privilegio de ser las únicas mujeres actrices con fantasma propio. Y hay una curiosidad: en un teatro de España también, dicen, aparece el fantasma de doña Lola.

7) Existe el caso de un niño, que asegura haber visto al fantasma de María Guerrero en un baño del teatro Nacional Cervantes.

8) Uno de los entrevistados durante la investigación contó que en el baño donde habita el fantasma de María Guerrero falleció un empleado de mantenimiento.

9) La avenida Corrientes es la arteria fantasma de Buenos Aires: allí viven una enorme cantidad de ánimas, muchas de las cuales quedaron cuando, para ensancharla, se demolieron cientos de edificios.



Un halo tenebroso rodea a la mayoría de los teatros. Pródigos en pasadizos y paredes secretas, recorrerlos es toda una experiencia que puede aterrorizar al más valiente. El Teatro Nacional Cervantes y el Colón ofrecen un intrincado y laberíntico paisaje, ideal para que los fantasmas vivan sin urgencias. “Lo he vivido en carne propia”, asegura Liliana, una empleada de limpieza del Cervantes. “Yo le temo a la oscuridad. Un día estaba sola y empecé a sentir ruidos. Escuchaba que me llamaban por mi nombre. Pensé que era mi compañero, que me estaba cargando. ¡Pero me daba vuelta y no había nadie! Le dije a mi compañero: ‘¡Acá hay fantasmas!’”.

En el teatro Maipo los fantasmas están institucionalizados. Sí, hasta tienen un espacio destacado en el sitio oficial de la sala. En un texto que lleva la firma del actor y empresario Elio Marchi (uno de los dueños del Maipo), se cuentan las historias del fantasma titular, de apellido Cáceres, y del suplente, llamado Radizzani. “En los años ’30, Cáceres comenzó a trabajar aquí como ayudante de maquinista”, evoca Marchi, apoyado contra las puertas de ingreso a la sala. “Cáceres era chileno. Vivía en un hotel cerca del Centro.

Según cuenta la gente que lo conoció, era muy prolijo en su forma de vestir. "Siempre venía de saco y corbata -dice Marchi-. Parece ser que un día no se sintió bien, fue a lo del médico y le dieron un diagnóstico que no le gustó. Cáceres se guardó el secreto. Para ese entonces ya estaba Susana Giménez haciendo La mujer del año con un éxito apabullante. Este hombre llegó un sábado temprano, preparó todos los elementos, enlazó las sogas para que la escenografía subiera y bajara correctamente, fue a la terraza, se colgó de una viga y se suicidó. La historia dice que cuando lo encontraron la gente ya entraba en el teatro. No podían bajarlo, porque eso implicaba llamar a un juez y decirle a Susana lo que había pasado. ¡Hubiera sido una conmoción! Así que esperaron a que la función terminara y luego sí, bajaron el cadáver”, relata Marchi.

Pero Cáceres, como Benito (tal el nombre del fantasma del Nacional), o Bianchi (uno de los fantasmas del Teatro Cervantes), o María Guerrero, o Lola Membrives, siguen viviendo bajo las paredes que supieron proteger sus mejores años. Al igual que en Inglaterra, donde la gran mayoría de los teatros tienen historias tenebrosas y paranormales, ellos ya forman parte de la mitología teatral porteña. Y nadie duda de que los empleados o actores que hoy recorren los pasillos de las salas pueden ser los fantasmas del mañana.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

miércoles, 16 de septiembre de 2009

martes, 15 de septiembre de 2009

martes, 8 de septiembre de 2009

44 kg


Coordinadora: Emilse Pizarro
Conductor: Alejandro Casar
Cámara: mano izquierda de Fernando Massobrio
Locutores: Alejandra Rey y Pablo Gorlero
Móvil de exteriores: Oscar Botto
Vestuario: Casa Etam
Iluminación: mano derecha de Fernando Massobrio
Casting: Diego Capusotto
Musicalización: Oscar Botto